El juego como práctica escultórica
por Iris Aík Alpízar

El juego ha sido teorizado tantas veces en la historia de la humanidad como cualquier otra disciplina. Johan Huizinga en Homo Ludens (1938) menciona que “se ha creído poder definir el origen y la base del juego como la descarga de un exceso de energía vital. Según otros, el ser vivo obedece, cuando juega, a un impulso congénito de imitación, o satisface necesidad de relajamiento, o se ejercita para actividades serias que la vida le pedirá más adelante, o finalmente, le sirve para un dominio de sí mismo. Otros todavía, buscan el principio en la necesidad de poder algo o efectuar algo, o también en el deseo de dominar o de entrar en competencia con otros. Hay todavía quienes lo consideran como una descarga inocente de impulsos dañinos, como la compensación necesaria de un impulso dinámico orientado demasiado unilateralmente o como satisfacción de los deseos que, no pudieron ser satisfechos en la realidad, lo tienen que ser mediante ficción y, de este modo sirve para el mantenimiento del sentimiento de la personalidad”(1). Si bien todas estas premisas están sustentadas en estudios sociales y psicológicos, desentrañar el juego constaría en mencionar cómo éste sucede.
Los factores determinantes del juego, me atrevo a apuntar, son la distracción -como un evento que toma más importancia que el anterior-, la sorpresa -como algo no previsto- y el alivio -como sensación agradable-. Cuando por ejemplo, pasa una jauría de perros corriendo a toda velocidad, se detona un oleaje de imaginación dentro de nuestra mente hipotetizando qué habrá generado una cacería de ese estilo, ese momento es la plena distracción y el inicio de un juego de posibles respuestas para ese asunto. Un juego es una situación de alerta, en Manotazo, la adrenalina se presenta en la espera de quién se queda con más cartas y quien se libera de las suyas, en el proceso, las manos chocan abruptamente, las cartas salen disparadas en el aire al igual que los gritos de emoción y alarde, todos estos y más bemoles son circunstancias sorpresivas que crean y sitúan al juego. Por último, puede haber situaciones sorpresivas y distractoras a la vez, pero sin el término alivio, no puede ser un juego o quizá no para todxs lxs jugadorxs, por ejemplo, un asalto.
Podría exponer que el juego tiene más tenores -aunque ya sugeridos hasta ahora-, como el cambio y lo inestable. En el baile del Payaso del rodeo, toda la pista tiene que moverse al unísono -derecha, izquierda, atrás y adelante- sin embargo lo realmente divertido es cuando alguien se equivoca y luego hay empujones entre personas ¡hasta terminar en un gran slam! Esto explicado de forma más simbólica:
El cambio
Es inestable
Porque es difícil de predecir
Al igual que la sorpresa
Porque la sorpresa es un evento inesperado que cuando sucede provoca

Y la distracción y la sorpresa ocurren en la diferencia, en algo inusual, es decir cuando hay algún cAMbio,
En conjunto, la sorpresa, la distracción y el alivio con sus tenores: la inestabilidad y el cambio, sitúan al juego y el juego nos sitúa en el presente, este es capaz de hacernos sentir y repensar porqué pasó una jauría de perros corriendo, seguramente fulanito se va comer todas las cartas, o siento rico bailar desde el Payaso del rodeo hasta el slam.
La mayoría del tiempo pensamos en el pasado o en el futuro, pocas veces al día recordamos cómo estamos. El asunto del arte y del juego -y he ahí porque se ha teorizado incansablemente en tal binomio- es el presente y el marco de posibilidades para imaginar. En el caso de Prepuberta, se puede conjeturar la postura de la personaje y en cada postura una contextualización diferente; quizá en la Figura 1 se encuentra altiva y presuntuosa, pero en la Figura 2 pareciera que está chocando abruptamente con el suelo por una voluptuosa y alta caída.


(Figura 1 Prepuberta pose I) (Figura 2 Prepuberta pose II)
En este punto, la imaginación cruza un papel crucial como parte del juego, y esto es por presentar libertad, esta se personaliza en la toma decisiones, puede que hoy decida que Prepuberta baila altivamente a diferencia de ayer que estaba segura que estaba recibiendo una horrorosa caída. A pesar de haber reglas y condiciones en cada juego -en el caso de Prepuberta es la materia- habrá un marco de libertad para la imaginación y un lapso de tiempo para experimentarla también.
Ya se tocó la premisa de hacer presente nuestro ser en el tiempo presente, pero es imperativo nombrar el tiempo para el juego.
En las ciudades, sus habitantes tenemos jornadas amplias de trabajo y labores domésticas, incluso en Japón se nombró Karoshi a las muertes ocasionadas por exceso de trabajo, esta dinámica global de las ciudades que también ha impactado a la Ciudad de México, se ha visto más afectada aún por la desigualdad y el rezago social, la delincuencia, los altos niveles de corrupción e individualismo. El hartazgo encontrado en la ciudad y en las dinámicas laborales encuentra pausa en el juego, ya lo afirmaba el escritor y filósofo Friedrich Schiller:
“El juego no se ajusta a la ley de economía. Aunque no haya una necesidad específica que determine nuestras acciones, llevamos a cabo una actividad cuyo consumo de energía no responde a un fin establecido. Se da también el caso de que haya una necesidad por satisfacer y nosotros gastemos un máximo en vez de un mínimo de energía para completar la tarea, y en esta aparente contradicción a la ley de economía encontramos un elemento de libertad y de valor, pues el esfuerzo intensivo dedicado a una tarea le confiere una relevancia añadida al producto”(2).
Concluyendo, en el tiempo de trabajo la energía se trata de ahorrar y/o gastar suministradamente y en el tiempo de juego se gasta sin medida, esto demuestra que el juego no es vital pero tampoco es banal, y sí cumple una función en nuestra habitabilidad citadina.
Schiller mencionó que el único trabajo en el que no se trataba de ahorrar energía era en el arte porque el (la) artista quiere hacerlo, porque es su vocación y decisión, en el trabajo se gasta energía y por eso se trata de ahorrar, en el caso del juego al igual que el arte se gasta y se produce energía de vuelta, por eso no desgasta sino reanima.
Si bien una gran parte de la población no es artista para producir y gastar energía a la vez, puede acceder a la cultura o distraerse y poner atención en dinámicas hasta ahora desapercibidas en su cotidiano para ejercer su imaginación y con ello, al menos por un momento, un marco de libertad.
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Sobre estas teorías, cf. Los estudios de H. Zondervan, Het Spel bij Dieren Kinderen en Volwassen Menschen, Amsterdan, 1928; y de F.J.J Buytendijk, Het Spel Van Mensch en Dier als openbaring van levensdriften, Amsterdam 1932. Citado desde Huizinga, Johan, Homo Ludens (1938) p.12
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Schiller, Friedrinch, desde Argudín Luis La espiral y el tiempo. Juicio, genio y juego en Kant y Schiller, (2008), p.121
Bibliografía
Argudín Luis, La espiral y el tiempo. Juicio, genio y juego en Kant y Schiller, (2008), Universidad Nacional Autónoma de México, México, p.172
Huizinga, Johan, Homo ludens (1938), Alianza Editorial, Madrid p.287